Un año sin nuestros amigos del trabajo – The…

Una vez a la semana, mi esposa y yo salíamos de la casa, nos envolvíamos en equipo protector para ir a comprar víveres y encontrar papel higiénico y agua, ver el sol, respirar aire fresco. Mi esposa se convirtió en mi amiga del trabajo, la persona con la que bromeo de manera informal, la persona con la que almuerzo, la única persona con la que paso tiempo todo el día, todos los días. Donde otrora había todo tipo de personas alrededor, ahora solo había una.
Mi oficina en casa está muy bien equipada. Tengo una computadora de escritorio, una impresora y pizarras blancas que instalé con la idea ambiciosa de que las usaría para planear proyectos. Hay estantes que sostienen varias ediciones de mis libros, algunos de los cuales no puedo leer porque no hablo hebreo, farsi, turco o polaco. Hay estantes con libros de referencia, pruebas de galera y otros libros relacionados con varios proyectos. Tengo un estudio casero para grabar Hear to Slay, el pódcast que conduzco junto a Tressie McMillan Cottom.
La mayoría de los días los paso mirando a la gente en cuadraditos en el monitor de mi computadora porque ahora que todo el mundo está en casa, la gente ha encontrado todo tipo de excusas para tener reuniones. Tengo luces de anillo para eventos y apariciones en televisión porque ya casi no se va a los estudios. Además, la vanidad. De vez en cuando, me envían a casa un maletín de equipo audiovisual con una tarjeta de instrucciones plastificada que proporciona las indicaciones necesarias para utilizar el equipo. De vez en cuando viene a casa un grupo de camarógrafos con su equipo de protección. Se colocan a dos metros de distancia y yo miro un monitor de video, hablando con un productor en otro lugar.
Casi todos los días me maravilla cómo el mundo se ha adaptado a la pandemia. Pensé que había terminado de hacer eventos públicos, pero en algún momento del verano de 2020, los eventos se trasladaron a internet y ahora vuelvo a hacer varios eventos a la semana, a veces en lugares que de otra manera no podrían llevarme a su escuela o ciudad. Disfruto de los eventos en vivo, pero hacerlos virtualmente no es lo mismo. Cuando salgo al escenario y veo a un millar de personas aplaudiendo, la energía es absolutamente eléctrica e inesperada. Es surrealista porque solo soy una escritora. Es mágico porque sé que vamos a vivir una experiencia irrepetible.
Y echo de menos la fila de las firmas, donde podía pasar unos minutos con los lectores, oírlos hablar de sus vidas, ver que mi trabajo importaba quizá un poco. Ahora, me pongo presentable de cintura para arriba, y me siento en mi escritorio con pantalones cortos de basquetbol, y cuando el evento termina, eso es todo.
La mayoría de mis amigos con trabajos más tradicionales también están laborando desde casa. Han creado espacios de oficina en sus hogares. Se divierten con sus mascotas, sus hijos y sus parejas. Cumplen con su trabajo, justo de la misma manera en que lo hacían con anterioridad. Además, pareciera que un número sorprendente de estos amigos no desean regresar a la oficina. Aquellos que no tienen hijos en edad escolar cuentan con el tiempo para encargarse del hogar mientras se encargan de un empleo. Pueden hornear, así como encargarse de pendientes y del jardín entre tareas del trabajo. No es necesario vestirse con el atuendo de trabajo. Los brasieres, los pantalones con botones, las corbatas, los tacones altos y el rostro completamente maquillado han sido abandonados. No hay más traslados al trabajo (todo ese tiempo en un auto, mientras se agarra firmemente el volante y se avanza lentamente). No ocurrirá de nuevo que uno intenta hacer el trabajo mientras es interrumpido cada diez minutos o tiene que escuchar al compañero hablar sin cesar.
Pero también mucho se ha perdido. A pesar de todas las fallas del lugar de trabajo, hay cierta camaradería que surge en la vida de una oficina. Una buena reunión puede ser energizante de una manera que es difícil de replicar a través de Zoom. No podemos dirigirnos a la oficina de nuestro amigo del trabajo favorito por algo de café y chisme cuando necesitamos un descanso. Todo es conversaciones por Slack, correos electrónicos, llamadas telefónicas y entonces, lo que sea que pasa en casa, sin ninguna distancia. El equilibrio entre las vidas laboral y personal ha implosionado para mejor y para peor. En muchas de las cartas que recibo por esta columna, puedo ver cómo esa implosión ha cambiado la forma en que las personas se sienten respecto a su trabajo.